viernes, 23 de marzo de 2012

A camaron que se duerme ... se lo lleva la micro




Hace tres semanas, con una amiga de la universidad fuimos a Lota un viernes después de clases. Partimos como a las 11.00 horas, recorrimos el Parque de la comuna y luego bajamos a la playa para comer empanadas. Mientras almorzábamos, observamos a unos jugadores de Rugby de la Universidad Andrés Bello que entrenaban en la arena.

El día estaba hermoso y la tarde se pasó rápidamente. Tomamos el bus de regreso, olía mal y estaba repleto. De a poco nos alejábamos de la playa y al microbus subían estudiantes del Liceo Yobilo. Una pareja de pololos se sentó nuestro lado y tenían una manera particular de demostrar su amor. Tras cada garabato que se decían, se besaban. Daniela, me dijo:

- La manerita de amarse, a lo que yo respondí con una carcajada.

Y desde ahí, por increíble que suene, no recuerdo nada más, hasta que sin darme cuenta ¡Ahí estaba otra vez!, durmiendo con la boca abierta en una micro que se suponía iba a Concepción, pero no, me encontraba justo donde me había subido hace una hora: Playa Blanca. Daniela, quien también dormía, despertó y atónita me dijo:

- Estamos en Dichato

-No, le dije pues era imposible ya que íbamos de regreso a Concepción

-Entonces estamos en Tomé, porque veo mar. Me reiteró

-No, le dije nuevamente. Además por lo que sé no hay micros desde Lota a Dichato, ¿o sí?

Segundos después de ese diálogo, descubrimos que el mar que veíamos era de Lota. Apuradas nos bajamos en el primer paradero que vimos. Cruzamos la calle y casi por instinto nos subimos a otro microbús, eso sí, esta vez nos aseguramos que dijera Concepción. El cobrador nos coqueteó un poco y nos decía con orgullo que había rebajado la tarifa del pasaje para estudiantes. Poco lo tomamos en cuenta porque nos sorprendía haber dormido una hora sin conocer el recorrido de la micro.

Durante el trayecto, de reojo miraba a Daniela quien se veía más blanca de lo usual, abría enormemente sus ojos en clara señal que no quería ni pestañar y constamente me decía:

- ¡Por favor no nos quedemos dormidas!

Nerviosa estaba porque quedaba una hora para que el último bus a Coelemu, lugar donde ella vive, partiera. Es de mis mejores amigas en la universidad y siempre nos ocurren este tipo de anécdotas, ya que no era la primera vez que nos perdíamos en un microbús. Sin embargo esta última, superaba todas nuestras aventuras.

En el viaje analicé hasta la posibilidad de que las empanadas de queso que comimos, hayan tenido algo que nos hizo dormir, pero ¡pff! eso es como de películas. Sólo era cansancio porque habíamos tenido clases muy temprano.

Han pasado semanas desde aquel viaje y aún no sabemos porqué despertamos donde mismo tomamos la micro una hora antes. Como moraleja queda no dormirse en el bus cuando sean trayectos breves, porque pueden pasar este tipo de anécdotas.