martes, 27 de diciembre de 2011

El dramático recorrido por el Puente Loncomilla




-A siete años del desplome del Puente Loncomilla, sus afectados conocieron la resolución de la Corte Suprema, lo que les significará recibir una compensación monetaria. Dicen estar descontentos con ella.







“Iba conduciendo mi vehículo por el puente y este de pronto se desplomó. La oscuridad de la noche me impidió ver con claridad, pero al sentir el agua a mi alrededor supe que había caído sobre el río. El temor me paralizó, pero debía salir pronto porque mi vida estaba en riesgo”. Señaló Luis Ortega Navarro, una de las nueve personas que la noche del 18 de noviembre cayó al río Loncomilla.

Todos se dirigían a lugares distintos y jamás pensaron que luego de este acontecimiento estarían alrededor de siete años en juicio con el fisco. Sin duda, el destino de ellos tomó un camino diferente, marcado por un largo proceso judicial, que este sábado finalizó tras la resolución de la Corte Suprema.

En el fallo de primer grado se estableció una compensación de 100 millones de pesos para cada víctima, pero en las instancias y grados siguientes, los montos se rebajaron. Hoy tras el dictamen del tribunal de justicia, las sumas bordean desde los $7 millones hasta $30 millones.

Tras la destrucción de la fallida infraestructura en el 2005, el caso Loncomilla fue perdiendo fuerza. El abogado, Javier Albornoz Sepúlveda, es quien asumió la representación de seis de las 11 víctimas y señala: “la gente se fue olvidando de este gravísimo caso, que denota lo mal que se construyen algunas obras públicas en este país. No se sancionó a nadie, ni en materia penal o civil. Sólo al Estado de Chile debe pagar las indemnizaciones, que fueron rebajadas sistemáticamente en la medida que avanzaba el juicio”.

Causas de la caída del puente

El desplome del puente no se produjo por fenómenos naturales, ni porque estuviera deteriorado por el paso del tiempo. Su inauguración data del año 1996. La empresa Pawic fue la encargada de construirlo, invirtiendo $600 millones de pesos en la obra. Más tarde, en febrero de 2004, se invierten $400 millones de pesos para que la compañía de Jorge Erazo efectuara tareas de reparación.

A raíz del desplome de la estructura, el Ministerio de Obras Públicas encargó un informe al Dictuc de la Pontificia Universidad Católica. El objetivo era determinar las causas por las cuales se produjo el accidente.

El 25 de abril de 2005 se publicó el informe, destacando entre las causas “procedimientos incorrectos entre las etapas de diseño, construcción, operación y reparación”. En el texto los investigadores de la PUC detallaron que uno de los pilares fue cimentado directamente sobre el río, sin utilizar los rellenos suficientes. Según el centro universitario tampoco se respetó el tonelaje máximo que debía soportar la infraestructura.

Estas irregularidades suscitaron polémicas y debates dentro del país, ya que era una construcción nueva, en la cual se invirtieron alrededor de $1.000 millones de pesos. Como consecuencia, se realizó un sumario interno en el Ministerio de Obras Públicas y seis personas son destituidas de su cargo.


Víctimas del accidente

La noche del 18 de noviembre de 2004, Julio Cifuentes y Beatriz Quintanilla quedaron pendientes del puente en su camioneta. No obstante, Luis Machado, María Angélica Rivas, Luis Rivas, Ruby Torres, Gloria Warken, Pablo Astudillo, José Moreno, Luis Ortega y Pedro Allendes, cayeron a las aguas del Río Loncomilla mientras cruzaban en sus autos por el puente.

“Iba manejando y de pronto no vi más puente. Volamos en el aire y caímos al río” Señaló Luis Ortega, quién iba en su camioneta junto a José Moreno y Pedro Allendes. Los tres sanfernandinos iban rumbo a Concepción y fueron los primeros en caer.

Encima de ellos cayó el auto de María Angélica Rivas. Esto imposibilitó que pudieran salir rápidamente a superficie. “Sentí que moría, rompí el vidrio con mis puños y salí por la ventana. Me aferré a un vehículo que flotaba, pero no era el único que lo hacía y por el peso, este se hundió y yo también. La corriente me arrastró muchos metros. Me aferré al tronco de un árbol que flotaba en el río. Unos lugareños me rescataron 100 metros más abajo de donde se produjo el accidente”, señaló Pedro Allendes.

Tras el accidente las víctimas fueron derivadas al Hospital de Talca, donde recibieron atención médica. Hipotermia y lesiones leves fueron los diagnósticos. Luego de semanas de recuperación, los afectados presentaron acciones legales en contra del fisco. El abogado Javier Albornoz Sepúlveda, es quien representaba a seis víctimas.

Proceso Judicial

Las demandas que interpusieron los afectados fueron por el daño moral sufrido durante el accidente. “En Chile, la indemnización es sólo compensatoria, es decir, que se debiera dejar a la víctima intacta del daño sufrido y sus secuelas posteriores tras siete años de juicio” señaló el abogado Javier Albornoz.

El primer juzgado de letras de Talca en el 2006 dictaminó que el Estado debía pagar 15 millones de pesos al matrimonio compuesto por Julio Cifuentes y Beatriz Quintanilla, quienes fueron los primeros en ser indemnizados.

En noviembre de 2011, Luis Machado, María Angélica Rivas y Luis Rivas recogen la resolución de la Corte Suprema, que condena al fisco a cancelar siete millones de pesos a cada uno.

El 23 de diciembre de 2011, José Moreno, Luis Ortega y Pedro Allendes reciben la respuesta de la Corte Suprema, quien dictamina el pago de 15 millones de pesos para cada uno. También obtienen respuesta a su demanda de indemnización Ruby Torres y Gloria Warken. La primera de ellas, espera la suma de 30 millones de pesos y la segunda de 20 millones de pesos.

Sin embargo, Luis Ortega dice que “esto es una burla, ya que la indemnización no borrará lo que esa noche viví. Durante estos siete años de juicio, no recibí ayuda de ningún tipo. Muchos creen que esto fue una anécdota, de hecho, así se señala en una de las contrademandas realizadas por Isidoro Villalobos, el abogado representante del fisco, quien explícitamente nos dice que este recuerdo debe ser parte de nuestro anecdotario personal”.

En la resolución dictaminada por la Corte Suprema, con fecha 23 de diciembre, se señala que los montos de las indemnizaciones se rebajarán porque ninguno de los afectados quedó con un daño psicológico permanente tras el accidente.

En el lugar donde estaba emplazado el antiguo Puente Loncomilla, hay uno nuevo que ya presenta fallas. Según lo informado por Red Maule el 5 de octubre de 2010, hay una separación de 10 centímetros. Entre las causas estarían el terremoto del pasado 27 de febrero y la imprudencia de los conductores que no respetan las normas de velocidad.

Lo ocurrido en Loncomilla marcó un antes y un después en la vida de las personas afectadas por el accidente, quienes luego de siete años de juicio no están conformes con las resoluciones. Sin embargo, sólo les queda esperar que un hecho de esta naturaleza no ocurra nuevamente en Chile y que su experiencia de vida sirva a otros.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Celebración de noche de brujas en San Fernando




  • *La fiesta celebrada el pasado 31 de octubre pone a prueba la creatividad de grandes y pequeños. Innovar es lo que se busca detrás de cada disfraz elegido por los niños.



No estamos en New York donde se realiza un desfile anual de Halloween al cual acuden 2 millones de personas. Estamos en San Fernando, donde cerca de 50 niños caminan disfrazados por las calles de la villa Jardines del Sur en busca de golosinas. Aunque hay miles de kilómetros de distancia, la emoción que genera en los niños y pre adolescentes este día, es la misma que en Estados Unidos.

Alrededor de las 19 horas del lunes, caminaban familias completas y grupos de niños por las calles de la ciudad, expectantes ante la respuesta que les darían al gritar “Dulce o travesura”. En uno de los pasajes se escucha un grupo de cinco chicos que grita a coro: “Sabemos que están escondidos, queremos nuestros dulces”. En instantes aparece una señora con un canasto de mimbre repleto de frugeles para regalar.

Cenicientas, gasparínes, vaqueros, piratas, vampiros, calabazas y zombies se pasean por las casas adornadas con arañas, serpentinas y luces de color naranjo y negro, ad hoc a la celebración. Las personas, algunas usando sombreros de brujos, los esperan en las rejas de sus casas para darles caramelos.

Se escuchan gritos de felicidad de los más pequeños, quienes dicen que por primera vez participan de este festejo y apenas pueden pronunciar la palabra “travesura”. Unos padres se pasean orgullosos con un pequeño pirata que se encuentra en busca de tesoros dulces.

Para los niños la noche de brujas comenzó hace un par de semanas, cuando empezaron pensar qué disfraz usar. La celebración de halloween se instauró en nuestro país hace varios años y causa gran expectación en los niños a quienes les encanta disfrazarse ¡y más aún que les regalen dulces!

Drácula, Gasparín y Freddy Krueger

“Sigamos a esos niños, en esa casa están dando hartos dulces”, les dice Matías Moreno a sus amigos. Tiene 11 años de edad, se disfrazó de vampiro y muestra orgulloso su capa de Drácula. “Hasta me pinté la cara blanca, ves que los vampiros se colocan así por el frío”, comenta para explicar el porqué luce tan pálido. A su lado van Freddye Krueger y Gasparín, este utiliza una máscara que le tapa los ojos y constantemente grita, “¡espérenme que no veo nada!”.

Sus calabazas están casi llenas, no obstante deciden seguir en busca de dulces. Pero no son los únicos, ya los otros también lo hacen y corren cuando ven que en una casa se juntan muchas personas. Eso significa que ahí hay dulces.

Alrededor de las 22 horas el cansancio se refleja en los rostros de los niños. La cantidad de personas que a esa hora recorre las calles de San Fernando, disminuye. Los gritos y risas se escuchan cada vez más lejos. Todo indica que por este año, la celebración de la noche de brujas ha terminado.

Drácula, Freddye y Gasparín deciden regresar a sus casas. Durante el camino comentan lo bien que lo pasan y la gran cantidad de caramelos que tienen. Al llegar a la esquina de su cuadra, una abuela los espera para entregarles el último dulce de la noche a cada uno.