- Una tarde en Concepción con Pablo Fierro
- Declara ser crítico con las nuevas tendencias musicales ya que sólo obedecen a ritmos pegajosos y no reflejan la verdader esencia de la música
Caminando por las calles de Concepción, oye a lo lejos uno de sus temas preferidos y en sus expresivos ojos de color verde se evidencia la emoción que le causa. Inevitablemente, sus manos siguen el vibrar que cada compás de la melodia le provoca, comienza a bailar y las personas al pasar se le quedan viendo, pero esto le es indiferente, porque dice disfrutar de la música y amarla más que a nada en el mundo.
Pablo Fierro Guajardo recuerda con nostalgia cuando era pequeño y tocaba por primera vez una flauta. Su interés por la música surgió desde niño, cuando imaginaba dirigir grandes orquestas coformadas por osos de peluche. No tiene estudios musicales, pero todo el conocimiento que posee es producto de la lectura de manuales y libros que enseñen a tocar instrumentos como la flauta, la guitarra, al armónica y el saxofón.
La primera vez que tocó en público fue en el coro de su Iglesia, luego en el de su colegio y posteriormente formó parte del grupo instrumental de su Universidad. Su inquietud musical lo llevó a incursionar en estilos tan diversos como el jazz y el celta, llegando a formar parte de las bandas penquistas Maos Blues y Los Bardos.
Tras un accidente en enero de 2010 una grave fractura en su cuello lo alejó del ambiente musical y confiesa que, en esa oportunidad, temió más perder la movilidad de sus manos que su vida.
A sus cortos 22 años, se define como una persona sensible y altruista, admirador del saxofonista colombiano Justo Almario, Emmanuel Pahud, Ian Anderson de Jethoro Tull, entre otros. Confiesa ser crítico con las nuevas tendencias musicales como el reggaeton, ya que sólo obedecen a ritmos pegajosos que poco reflejan lo que verdaderamente es la música.
Pablo Fierro Guajardo recuerda con nostalgia cuando era pequeño y tocaba por primera vez una flauta. Su interés por la música surgió desde niño, cuando imaginaba dirigir grandes orquestas coformadas por osos de peluche. No tiene estudios musicales, pero todo el conocimiento que posee es producto de la lectura de manuales y libros que enseñen a tocar instrumentos como la flauta, la guitarra, al armónica y el saxofón.
La primera vez que tocó en público fue en el coro de su Iglesia, luego en el de su colegio y posteriormente formó parte del grupo instrumental de su Universidad. Su inquietud musical lo llevó a incursionar en estilos tan diversos como el jazz y el celta, llegando a formar parte de las bandas penquistas Maos Blues y Los Bardos.
Tras un accidente en enero de 2010 una grave fractura en su cuello lo alejó del ambiente musical y confiesa que, en esa oportunidad, temió más perder la movilidad de sus manos que su vida.
A sus cortos 22 años, se define como una persona sensible y altruista, admirador del saxofonista colombiano Justo Almario, Emmanuel Pahud, Ian Anderson de Jethoro Tull, entre otros. Confiesa ser crítico con las nuevas tendencias musicales como el reggaeton, ya que sólo obedecen a ritmos pegajosos que poco reflejan lo que verdaderamente es la música.